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Tiroides. El órgano de la distribución de energía

La glándula tiroides se encuentra situada en el cuello, concretamente en la base de la faringe. Se encarga de liberar hormonas tiroideas (T3 y T4) tras la señal de nuestra hipófisis (TSH) que a su vez responde al hipotálamo. El conocido eje hipotálamo-hipofisis-tiroideo. Estas hormonas tiroideas viajan a órganos diana donde sirven de señalizadores para que realicen una función determinada de forma rápida, o, por el contrario, que realicen esa función más lentamente.

La glándula tiroides es muy conocida ya que seguro tenemos alguien de nuestro entorno que padece un problema de tiroides. Lo más frecuente son los problemas de hipotiroidismo, que se sabe que según la región afecta entre un 1 y 6% de la población, siendo predominante en mujeres. Y, en segundo lugar, los problemas de hipertiroidismo que varían de un 1 a 2%.

Así, que algo seguro que nos suena… Cuando alguien empieza a engordar o adelgazar de forma desmedida, o a sentirse cansado o hiperactivo, el endocrino o médico de cabecera suele pautar unas pruebas de hormonas para evaluar cómo está la función tiroidea. Es decir, como protocolo es uno de los factores iniciales a descartar.

 

Origen de la glándula tiroides

Y esque el tiroides es una glándula muy antigua. Primitiva de hecho. Algunas teorías consideran que esta glándula está presente desde nuestros antepasados evolutivos más antiguos (Los anfibios). Y si nos fijamos en determinados detalles bioquímicos, es una glándula muy dependiente del yodo, un elemento puramente marino que se encuentra en las algas, pescados, mariscos, moluscos…

Es decir, podemos considerar al tiroides y en su conjunto a los alimentos de origen marino, como elementos básicos en nuestra evolución. Y ahora explicaremos el motivo.

Se sabe, por ejemplo, que el tiroides participó hace millones de años en la adaptación de los seres humanos a nuevos entornos. Cuando los primeros homínidos debían buscar nuevos hábitats periódicamente, obligados a moverse por la escasez de alimentos, los fenómenos naturales violentos o los depredadores. Esto les obligaba a trasladarse a nuevos territorios.

Estos cambios coincidieron con cambios en los hábitos alimentarios, donde empezaron a alimentarse de más pescados y productos marinos ricos en yodo. Esto produjo un aumento paulatino del tamaño y desarrollo de la glándula tiroidea.

A su vez, estos homínidos iban encontrando climas desconocidos, catástrofes físicas y amenazas biológicas, todo lo cual requería un conjunto de adaptaciones anatómicas y fisiológicas globales. En opinión de algunos investigadores las hormonas tiroideas, así como el yodo contenido en los alimentos, que regula la función tiroidea, habría ayudado a modular el desarrollo, crecimiento, y el metabolismo, y así haber jugado un papel fundamental en la adaptación, la supervivencia y la prosperidad de los primeros homínidos.

¿Cómo? Modulando el crecimiento de órganos como el cerebro, regulando las proporciones de energía para la búsqueda de alimentos y/o el descanso nocturno… y mucho más.

 

Órganos diana de la glándula tiroides

Hoy en día se conoce que casi todos los órganos tienen receptores de hormonas tiroideas, es decir, cuando el tiroides libera sus hormonas, muchísimos órganos producen respuesta. Algunos ejemplos (No todos) de esto son los siguientes:

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