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¿Intestino permeable, Intestino irritable o colon irritable?

6 min Tiempo de lectura

Cuando hablamos con pacientes y profesionales sobre problemas gastrointestinales, uno de los más diagnosticados por digestivos durante las últimas décadas era el denominado “Intestino irritable o colon irritable”. Básicamente se utilizó como cajón de sastre para englobar todos aquellos problemas gastrointestinales de origen desconocido que no tenían un diagnóstico claro y evidente.

No obstante, con el avance de la ciencia sobre la microbiota y todo el entorno intestinal, este concepto se fue disgregando para dar cabida a una gama de posibilidades patológicas mucho mayor. Desde presencia de bacterias como Helycobacter Pilory o SIBO, presencia de cándidas, disbiosis, intolerancias y alergias alimentarias mal diagnosticadas, hasta problemas de ansiedad o estrés.

Lo que parece ser, es que en casi todos estos problemas que antes se englobaban como intestino o colon irritable, aparece un factor en común denominado “Permeabilidad intestinal” o “Intestino permeable o hiperpermeable”, según donde leamos.

Algunos autores no dan cabida a esta situación fisiológica, pero muchos grupos de investigación aportan cada vez más datos relacionando esta permeabilidad con los problemas anteriormente descritos.

 

¿Pero qué es exactamente la permeabilidad intestinal?

Para poder definirla, en primer lugar, hemos de comprender que, evolutivamente hablando, nuestro intestino ha sido el lugar por donde además de alimentos y agua, han entrado junto con ellos diferentes tipos de tóxicos y microorganismos que podían afectar a nuestra salud.

Por este y otros motivos, destaca la importancia de tener una microbiota con la capacidad de que en caso de la entrada de patógenos extraños pueda activarse una barrera defensiva. Es nuestro ejército frente al atacante.

Pero a parte de esta barrera microbiana, existe una barrera física, que a su vez limita el paso de sustancias tóxicas hacia sangre. Esta barrera está compuesta por diferentes estructuras celulares denominadas “uniones estrechas” o “tight junctions” que se encargan de frenar ese paso de tóxicos y/o bacterias hacia la sangre. Paralelamente, esas estructuras determinan si las sustancias son buenas o malas, si son buenas, como por ejemplo ocurre los nutrientes de los alimentos o el agua, les permite pasar hacia la sangre para poder nutrir a las células.

Una vez entendido el funcionamiento básico de este sistema, comprendemos que, si esas uniones estrechas se debilitan y pierden su función, el paso de bacterias y tóxicos a sangre será mayor, y a su vez la absorción de determinados nutrientes podrá verse afectada.

Este paso de tóxicos y bacterias hacia la sangre producirá un mecanismo defensivo de nuestro sistema inmunológico, que tratará de eliminarlos mediante la formación de sustancias proinflamatorias, que causarán inflamación no solo en el sistema digestivo, sino que podrá extrapolarse a otros órganos como la piel, el tiroides, el hígado o el cerebro.

Por tanto, este problema que inicialmente ocurre en el intestino y que puede causar en un inicio síntomas digestivos como malas digestiones, gases, estreñimiento o diarrea, cansancio, acidez de estómago… si no lo tratamos a tiempo puede ir empeorando y favoreciendo la aparición de otras patologías al aumentar el riesgo de reactividad inmune.

De hecho, tanto por la acumulación de tóxicos como por el estado proinflamatorio que se genera como mecanismo defensivo, se empieza a asociar al intestino permeable con patologías crónicas inflamatorias como

  • Diabetes tipo I.
  • Enfermedad de Crohn.
  • Esclerosis múltiple.
  • Fibromialgia.
  • Psoriasis o vitíligo.
  • Migrañas, depresión, autismo.
  • Autoinmunidades tiroideas y sistémicas.

 

¿Pero por qué se produce este síndrome?

Al parecer los factores que desencadenan la mayor apertura de las uniones estrechas y por tanto una mayor permeabilidad intestinal son varios. La genética juega un papel fundamental, siendo determinadas personas más propensas a desarrollarlo si no cuidan los factores que a continuación comentaremos:

  • Uso crónico o importante de medicaciones como los antiinflamatorios no esteroideos, omeprazol, antibióticos o corticoides.
  • Consumo de
  • Consumo excesivo de azúcar y carbohidratos refinados.
  • Consumo de productos procesados ricos en componentes disbióticos como conservantes, colorantes y aditivos en general.
  • Consumo de lácteos ricos en Beta Caseínas de tipo I.
  • Consumo de
  • Sobrecrecimiento bacteriano o sobrecrecimiento de levaduras con cambios en la microbiota.
  • Deficiencias de micronutrientes como la Vitamina D, el Zinc o la Vitamina A.
  • Biorritmo desajustado.
  • Estrés crónico.

 

Todos estos factores parecen aumentar una serie de proteínas endógenas que producen apertura de las uniones estrechas. Concretamente son la zonulina o la Alfa1 Antitripsina. Al parecer los mayores desencadenantes son los alimentos y el estrés.

 

¿Se puede medir el grado de permeabilidad que tengo?

Estos valores se pueden medir en analíticas específicas (Zonulina, Lactoferrina, Alfa1 Antitripsina…), al igual que el grado de afectación tanto de las barreras, como de las bacterias del intestino. De esta manera podemos determinar si el origen de los síntomas es un intestino permeable, una disbiosis o ambos.

Porque curiosamente, todos estos factores tienen una doble vía de acción. Con esto me refiero por ejemplo a que la propia disbiosis (Cambio de bacterias) podría ser la causante del intestino permeable y al revés, que el intestino permeable fuera el causante de la disbiosis. Y así con otras patologías.

Por ejemplo, se ha visto que las personas con ansiedad o depresión tienen una barrera más permeable, pero también se ha detectado que la barrera permeable genera más ansiedad y depresión. Por tanto, es algo complejo que puede ser causa y consecuencia a la vez.

 

¿Hay solución a la hiperpermeabilidad intestinal?

Por supuesto que sí. El intestino como muchos órganos, tiene una capacidad regenerativa muy alta. Pero hay que saber trabajarlo.

En primer lugar, es muy importante saber cómo diagnosticarlo para poder aplicar una dieta específica de protección de las uniones estrechas que, junto con el uso de determinados suplementos como los betaglucanos, la glutamina, DPP-IV o probióticos, consigamos reestablecer el equilibrio de nuestras barreras para impedir el paso de tóxicos y bacterias al sistema. De esta manera frenaremos las posibilidades de que dicha permeabilidad avance hacia patologías sistémicas consecuencia de la inflamación crónica de bajo grado subyacente.

Todos estos protocolos dietéticos, de suplementación o probióticos, deben ser pautados por el especialista según el diagnóstico inicial. De esta manera nos aseguraremos de estar trabajando el origen del problema y no únicamente el síntoma.

 

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